¡Fin del Proyecto Emocionario!

Como ya sabéis, la semana pasada publiqué nuestra última sesión del Proyecto Emocionario, la número 42. Cuando durante el verano de 2014 decidí llevar a cabo este proyecto a lo largo del curso 2014-15, no sabía muy bien dónde me metía. Tenía muchas ganas e ilusión, pero desconocía el gran juego que me iba a dar este trabajo en clase. Una vez que te adentras en este mundillo, te quedas prendado y ya no puedes salir de él. Empiezas a profundizar, a investigar, a leer aquí y allá. Y como ya os en contado en el blog, a formarte :-)

Me gustaría poder contaros todos los beneficios o la repercusión que ha tenido este proyecto en todos nosotros (mis alumnos y yo), pero la verdad es que, por una parte, no he hecho ningún estudio cuantificable y, por otra, no sabría muy bien por dónde empezar a medir. ¡Creo que nos ha ayudado mucho en nuestro día a día! Lo que sí me gustaría, ahora que ya sé un poquito más de lo que hablo, es contaros qué es la inteligencia emocional y los beneficios que tiene llevar a cabo programas de educación emocional en las escuelas. Y para ello, creo que mucho más válida que mi opinión es la de los expertos en la materia que sí tienen datos constatables que lo corroboran.

Empecemos por el principio: ¿Qué es la inteligencia emocional?


A comienzos del siglo XX el concepto de inteligencia se relacionaba con la valoración del cociente intelectual (C.I.). Sin embargo, diferentes teorías muestran que hay diferentes maneras de ser inteligentes. Una de las más conocidas y con más repercusión es la teoría de las “inteligencias múltiples” de Howard Gardner (1983), que distingue ocho tipos de inteligencia (lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, kinésico-corporal, interpersonal, intrapersonal y naturalista) que poseen unas características propias y funcionan de manera independiente.

Salovey y Mayer (1990) fueron los primeros psicólogos en utilizar el término inteligencia emocional para explicar cualidades emocionales tales como la empatía, la expresión de los sentimientos, el control de los impulsos, la capacidad para resolver problemas, la simpatía, el respeto, la capacidad de adaptación o la perseverancia. Goleman considera que estas habilidades son esenciales para triunfar en el siglo XXI.

Por tanto, podríamos definir la inteligencia emocional como el conjunto de habilidades psicológicas que permiten apreciar y expresar de manera equilibrada nuestras propias emociones, entender las de los demás, y utilizar esta información para guiar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento.

En 1995, Daniel Goleman, Eileen Rockefeler Growald, Tomithy Shriver, Linda Lantieri y otros compañeros fundaron Collaborative for Academic, Social, and Emocional Learning (CASEL), una organización que se centra en el uso del aprendizaje social y emocional como parte esencial de la educación. CASEL propone cinco grupos básicos de habilidades o aptitudes que construyen la inteligencia emocional:

  • Autoconciencia: identificar los pensamientos, los sentimientos y la fortaleza de cada uno, y notar cómo influyen en las decisiones y las acciones. 
  • Autoconciencia social: identificar y comprender los pensamientos y los sentimientos de los demás desarrollando la empatía, y ser capaz de adoptar el punto de vista de los otros. 
  • Autogestión: dominar las emociones para que faciliten la tarea que se está realizando y no interfieran en ella; establecer objetivos a corto y largo plazo; y hacer frente a los obstáculos que puedan aparecer. 
  • Toma de decisiones responsable: generar, ejecutar y evaluar soluciones positivas e informadas a los problemas, y considerar las consecuencias a largo plazo de las acciones para uno mismo y para los demás. 
  • Habilidades interpersonales: expresar rechazo a las presiones negativas de compañeros y trabajar para resolver conflictos con el objetivo de mantener unas relaciones sanas y gratificantes con los individuos y el grupo. 

En 1996, Daniel Goleman, en su best seller Inteligencia Emocional, incluye las siguientes habilidades en el concepto de inteligencia emocional:

  • Autoconciencia: distinguir un sentimiento en el mismo momento en el que surge constituye el punto de partida de la inteligencia emocional. La autoconciencia es la habilidad fundamental sobre la que se construyen las demás competencias emocionales. Una incapacidad en este sentido nos deja a merced de emociones incontroladas. 
  • Autocontrol: capacidad de controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento y las circunstancias. Las personas que sobresalen en esta habilidad se recuperan con mayor rapidez de las adversidades. La habilidad para suavizar expresiones de ira, furia o irritabilidad es fundamental en las relaciones interpersonales. 
  • Automotivación: capacidad de motivarse a uno mismo. Una emoción tiende a impulsar hacia una acción. Por eso, emoción y motivación están íntimamente interrelacionados. Para lograr resultados excelentes en cualquier tarea que emprendamos es necesario controlar nuestra vida emocional y subordinarla a un objetivo. Si los alumnos se automotivan es más fácil que lleguen a sumergirse en lo que Mihaly Csikszentmihalyi denomina “estado de flujo”, esto es, un momento de rendimiento cumbre en el que las emociones están al servicio del aprendizaje. Las personas que poseen esta habilidad tienden a ser más productivas y efectivas en las actividades que emprenden. 
  • Empatía: capacidad para reconocer las emociones ajenas. El término empatía deriva del griego empatheia, que significa “sentir dentro”, es decir, percibir la experiencia subjetiva de otra persona, lo que piensa y lo que siente. Las personas empáticas saben interpretar el lenguaje no verbal (expresión facial, mirada, postura corporal, tensión muscular, etc.) a través del cual se expresan los sentimientos. 
  • Habilidades sociales: para canalizar adecuadamente las emociones de otra persona es necesario desarrollar el autocontrol y la empatía. La competencia social y las habilidades que conlleva, son la base del liderazgo, popularidad y eficiencia interpersonal. Las personas que dominan estas habilidades sociales son capaces de interactuar de forma suave y efectiva con los demás, y su carencia conduce al fracaso escolar. En las personas intelectualmente más brillantes, la falta de estas habilidades puede conducir a la arrogancia, la insensibilidad y la altanería. 

En 2002, Goleman actualiza el modelo de las competencias de la inteligencia emocional, pasando de cinco dominios a cuatro, ya que incluye la motivación en el campo de la autogestión:

  • Conciencia de uno mismo: conciencia emocional de uno mismo, valoración adecuada de uno mismo y confianza en uno mismo. 
  • Autogestión: autocontrol, transparencia, adaptabilidad y logro. 
  • Conciencia social: empatía, conciencia organizativa y servicio. 
  • Gestión de las relaciones: inspiración, influencia, desarrollo personal de los demás, catalizar el cambio, gestión de los conflictos y trabajo en equipo y colaboración. 

Si bien una parte de estas habilidades pueden venir configuradas en nuestro equipaje genético, y otras tantas se moldean durante los primeros años de vida, la evidencia respaldada por abundantes investigaciones demuestra que las habilidades emocionales son susceptibles de aprenderse y perfeccionarse a lo largo de la vida, si para ello se utilizan los métodos adecuados.

Ahora que tenemos claro qué es la inteligencia emocional y de qué habilidades se compone vamos a ver qué ocurre en nuestro cerebro.


El cerebro emocional


En el funcionamiento de la amígdala y en su interrelación con el neocórtex se esconde el sustento neurológico de la inteligencia emocional

El diseño biológico que rige nuestro espectro emocional es un sistema que está presente en nosotros desde hace más de cincuenta mil generaciones y que ha contribuido, con demostrado éxito, a nuestra supervivencia como especie. 

En esencia, toda emoción constituye un impulso que nos moviliza a la acción. Cada uno de nosotros viene equipado con unos programas de reacción automática o una serie de predisposiciones biológicas a la acción. Sin embargo, nuestras experiencias vitales y el medio en el cual nos haya tocado vivir irán moldeando con los años ese equipaje genético para definir nuestras respuestas y manifestaciones ante los estímulos emocionales que encontramos. 

Un par de décadas atrás, la ciencia sabía muy poco sobre los mecanismos de la emoción. Pero recientemente, y con ayuda de nuevos medios tecnológicos, como el escáner cerebral, se ha ido esclareciendo el panorama de aquello que sucede en nuestro organismo mientras pensamos, sentimos, imaginamos o soñamos. 

Alrededor del tallo encefálico, que constituye la región más primitiva de nuestro cerebro y que regula las funciones básicas como la respiración o el metabolismo, se fue configurando el sistema límbico (también llamado cerebro emocional), que aporta las emociones al repertorio de respuestas cerebrales. Gracias a éste, nuestros primeros ancestros pudieron ir ajustando sus acciones para adaptarse a las exigencias de un entorno cambiante. Así, fueron desarrollando la capacidad de identificar los peligros, temerlos y evitarlos. La evolución del sistema límbico estuvo, por tanto, aparejada al desarrollo de dos potentes herramientas: la memoria y el aprendizaje. En esta región cerebral se ubica la amígdala, que tiene la forma de una almendra. Se trata de una estructura pequeña, aunque bastante grande en comparación con la de nuestros parientes evolutivos, en la que se depositan nuestros recuerdos emocionales y que, por ello mismo, nos permite otorgarle significado a la vida. Sin ella, nos resultaría imposible reconocer las cosas que ya hemos visto y atribuirles algún valor. 

Sobre esta base cerebral en la que se asientan las emociones, fue creándose hace unos cien millones de años el neocórtex: la región cerebral que nos diferencia de todas las demás especies y en la que reposa todo lo característicamente humano. El pensamiento, la reflexión sobre los sentimientos, la comprensión de símbolos, el arte, la cultura y la civilización encuentran su origen en este esponjoso reducto de tejidos neuronales. Al ofrecernos la posibilidad de planificar a largo plazo y desarrollar otras estrategias mentales afines, las complejas estructuras del neocórtex nos permitieron sobrevivir como especie. En esencia, nuestro cerebro pensante creció y se desarrolló a partir de la región emocional y estos dos siguen estando estrechamente vinculados por miles de circuitos neuronales. Estos descubrimientos arrojan muchas luces sobre la relación íntima entre pensamiento y sentimiento. 

La emergencia del neocórtex produjo un sinnúmero de combinaciones insospechadas y de gran sofisticación en el plano emocional, pues su interacción con el sistema límbico nos permitió ampliar nuestro abanico de reacciones ante los estímulos emocionales y así, por ejemplo, ante el temor, que lleva a los demás animales a huir o a defenderse, los seres humanos podemos tomar muchas otras opciones (pedir ayuda, relajarnos, buscar una distracción…). Pero no por ello debemos pensar que nuestra racionalidad prima sobre nuestros sentimientos. Son muchos los asuntos emocionales que siguen regidos por el sistema límbico y nuestro cerebro toma decisiones continuamente sin siquiera consultarlas con los lóbulos frontales y demás zonas analíticas de nuestro cerebro pensante. 

Los seres humanos tenemos dos mentes, una racional y otra emocional, y ambas se complementan. El hemisferio izquierdo nos ayuda a pensar de una manera lógica y a organizar los pensamientos para construir frases, y el hemisferio derecho nos ayuda a experimentar las emociones y a interpretar las señales no verbales. Las emociones son fundamentales si hemos de vivir de una manera plena, pero no queremos que dominen nuestra vida por completo. La inteligencia emocional se refiere a la utilización inteligente de las emociones e incluye habilidades tales como la conciencia de uno mismo, la autoaceptación, la capacidad de motivación, el dominio de los sentimientos, el manejo del estrés, la empatía, la responsabilidad personal, la resolución de conflictos, la asertividad o la resiliencia. Si somos conscientes de nuestros puntos fuertes y débiles y ponemos interés en desarrollar todas estas habilidades, conseguiremos alcanzar un elevado equilibrio emocional.

Y ahora que sabemos qué es la inteligencia emocional y el sustento neurológico del mismo, vamos a abordar algo más práctico: ¿en qué nos puede ayudar desarrollar nuestra inteligencia emocional?


Beneficios del desarrollo de la inteligencia emocional


Cada vez más investigaciones sugieren que ayudar a los niños a desarrollar habilidades sociales y emocionales desde temprana edad afecta a su salud y bienestar a largo plazo. Los estudios han demostrado que su conducta y funcionamiento social y emocional comienzan a estabilizarse alrededor de los 8 años y pueden predecir su conducta y su salud mental posterior. Por tanto, si durante la etapa de infantil y primaria aprenden a expresar sus emociones de forma constructiva y se implican en relaciones afectuosas y respetuosas, es más probable que eviten la depresión, la agresividad y otros graves problemas de salud mental a medida que crezcan. 

Investigaciones en neurociencia y psicología cognitiva señalan que el C.E. (cociente emocional) es tan importante como el C.I. (cociente intelectual) con respecto al desarrollo saludable del niño y su éxito futuro. Diversos estudios de largo plazo han ido observando las vidas de los chicos que puntuaban más alto en las pruebas intelectivas o han comparado sus niveles de satisfacción frente a ciertos indicadores (la felicidad, el prestigio o el éxito laboral) con respecto a los promedios. Todos ellos han puesto de relieve que el cociente intelectual apenas representa un 20% de los factores determinantes del éxito. El 80% restante depende de otro tipo de variables, tales como la clase social, la suerte y, en gran medida, la inteligencia emocional. Así, la capacidad de motivarse a sí mismo, de perseverar en un empeño a pesar de las frustraciones, de controlar los impulsos, diferir las gratificaciones, regular los propios estados de ánimo, controlar la angustia, empatizar y confiar en los demás, parecen ser factores mucho más determinantes para la consecución de una vida plena que las medidas del desempeño cognitivo. 

Uno de los críticos más contundentes con el modelo tradicional de concebir la inteligencia es Howard Gardner. Como vimos en el apartado anterior, éste mantiene que la inteligencia no es una sola, sino un amplio abanico de habilidades diferenciadas entre las que identifica ocho. Gardner destaca dos tipos de inteligencia personal: la interpersonal, que permite comprender a los demás, y la intrapersonal, que permite configurar una imagen fiel y verdadera de uno mismo. 

Por tanto, la inteligencia emocional es un requisito básico para el uso eficaz del C.I., es decir, del conocimiento y las habilidades cognitivas. Es importante tener en cuenta las interconexiones fisiológicas entre las áreas emocionales y ejecutivas del cerebro, puesto que están relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje. En los lóbulos prefrontales del cerebro, que gestionan los impulsos emocionales, también reside la memoria de trabajo y es donde se realiza el aprendizaje. Así, es evidente que cuando la ansiedad, la ira o los sentimientos de tristeza se inmiscuyen en los pensamientos del niño, la memoria de trabajo tiene menos capacidad para procesar lo que intenta aprender. Esto implica que, al menos en parte, el éxito académico depende de la capacidad del estudiante para mantener interacciones sociales positivas. De hecho, las investigaciones han aportado gran cantidad de datos que indican que los estudiantes obtienen mejores resultados cuando el aprendizaje académico se combina con el social y emocional. 

Por otro lado, el hecho de que los niños aprendan y dominen las habilidades sociales y emocionales, les ayuda no sólo en la escuela, sino también en todos los aspectos vitales. Numerosos estudios han descubierto que los jóvenes que poseen estas habilidades sociales y emocionales son más felices, tienen más confianza en sí mismos y son más competentes como estudiantes, miembros familiares, amigos y trabajadores. Al mismo tiempo, tienen menor predisposición al abuso de drogas o alcohol, la depresión o la violencia. 

Existen varias evaluaciones objetivas que constatan los beneficios de la aplicación de programas de educación emocional en las escuelas. Una de ellas, tal vez la mejor, la han realizado observadores independientes y se ha centrado en comparar la conducta de aquellos alumnos que han pasado por estos programas con otros que no lo han hecho. Otro método consiste en detectar los cambios que han tenido lugar en un determinado grupo de estudiantes, basándose en una serie de medidas objetivas de su conducta (como en número de peleas en el patio o el número de amonestaciones) antes y después de haber participado en el programa. Los datos de estos estudios muestran la considerable mejora que suponen para la competencia emocional y social de los alumnos, para su conducta dentro y fuera del aula y para su capacidad de aprendizaje. Aquí una lista de las mejoras constadas:


AUTOCONCIENCIA EMOCIONAL 

Mejor reconocimiento y designación de las emociones. 
Mayor comprensión de las causas de los sentimientos. 
Reconocimiento de las diferencias existentes entre los sentimientos y las acciones. 


CONTROL DE LAS EMOCIONES 

Mayor tolerancia a la frustración y mejor manejo de la ira. 
Menos agresiones verbales, menos peleas y menos interrupciones en clase. 
Mayor capacidad de expresar el enfado de una manera adecuada (sin necesidad de llegar a las manos) 
Menos índice de suspensiones y expulsiones. 
Conducta menos agresiva y menos autodestructiva. 
Sentimientos más positivos con respecto a uno mismo, la escuela y la familia. 
Mejor control del estrés. 
Menor sensación de aislamiento y de ansiedad social. 


APROVECHAMIENTO PRODUCTIVO DE LAS EMOCIONES 

Mayor responsabilidad. 
Capacidad de concentración y de prestar atención a la tarea que se lleve a cabo. 
Menor impulsividad y mayor autocontrol. 
Mejora de las puntuaciones obtenidas en los tests de rendimiento. 


EMPATÍA: LA COMPRENSIÓN DE LAS EMOCIONES 

Capacidad de asumir el punto de vista de otra persona. 
Mayor empatía y sensibilidad hacia los sentimientos de los demás. 
Mayor capacidad de escuchar al otro. 


DIRIGIR LAS RELACIONES 

Mayor capacidad de analizar y comprender las relaciones. 
Mejora en la capacidad de resolver conflictos y negociar desacuerdos. 
Mejora en la solución de los problemas de relación. 
Mayor afirmatividad y destreza en la comunicación. 
Mayor popularidad y sociabilidad. Amistad y compromiso con los compañeros. 
Mayor atractivo social. 
Más preocupación y consideración hacia los demás. 
Más sociables y armoniosos en los grupos. 
Más participativos, cooperadores y solidarios. 
Más democráticos en el trato con los demás. 


¿Qué? ¿Os parece que vale la pena intentarlo? ;-)

Sé que es un post muy largo y con mucha información teórica, pero quería compartirla con vosotros  porque aunque muchos estaréis más que informados, otros estaréis leyendo esto por primera vez, y sé que no os dejará indiferentes.

Para acabar, os dejo un pequeño vídeo con un repaso de las 42 emociones trabajadas en el Proyecto Emocionario. Y después, algunas frases que dijeron mis alumnos sobre el proyecto una vez lo finalizamos (junio del curso pasado, cuando acabamos 1º de primaria). NO está preparado, palabrita. Yo les pregunté si alguien quería decir algo sobre el proyecto, sobre lo que les había parecido, y ellos, voluntariamente, lo dijeron directamente a cámara, sin yo saber lo que iban a decir. Y sin guiarles en ningún momento ni dar ejemplos. ¡Espontáneo, espontáneo! ¡Gracias Carlos G, Biel, Teo, Marc, Pablo C, Bruno, Óscar, David, Adrián, Pablo S, Carlos S. y Nico!


Y aunque hayamos acabado el Proyecto Emocionario, vamos a seguir hablando de educación emocional. ¡En clase, la trabajamos cada semana! Este curso, con otro tipo de actividades que ya os iré contando. Os adelanto el nombre de una de ellas: ¡Proyecto Emocionario Musical!

Aquí si quieres adquirir el libro Emocionario.



CONVERSATION

8 comentarios

  1. GRACIAS POR COMPARTIR TAN BUEN MATERIAL... ESTE AÑO TENDRÉ PRIMER GRADO Y ESTOY PLANIFICANDO MI "EMOCIONARIO MUSICAL" NO CONSIGO EL LIBRO AQUÍ EN MI PAÍS Y MIS NIÑOS NO ESTÁN EN CONDICIONES DE ADQUIRIRLO (POR SU COSTO) PERO GRACIAS A TUS IDEAS Y A OTRAS QUE ESTOY ENCONTRANDO LO ADAPTARÉ A MI REALIDAD... GRACIAS DE NUEVO

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    1. Gracias por tu comentario, Silvina.
      Ya verás como puedes sacarle partido al proyecto sólo con la información que comparto en el blog. Al final, el trabajo interesante surge de la interacción y participación del grupo, de ti y de tus alumnos.
      ¡Un abrazo!

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  2. Buenas tardes Elena:
    ¿Podrías decirme de dónde has sacado toda esta información tan detallada? Me refiero a la bibliografía.
    Es que estoy haciendo mi trabajo de fin de grado de la educación emocional, y además es un tema que me interesa muchísimo.
    De paso decirte que tu blog me parece un maravilla, no hay día que no entre en él para ver si has subido algo nuevo, te sigo desde hace mucho tiempo. De ti es de donde estoy aprendiendo la mayoría de las cosas que quiero saber de la educación emocional.
    Yo acabo de estar en mi periodo de prácticas y casi lloro de pensar en que hay gente como tú que me podría enseñar muchísimo más, lo único que mi especialidad es infantil.
    Muchísimas gracias si me respondes y por ofrecernos todo esto.
    Un saludo de Paula

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    1. Hola Elena:
      Quería informarte de que ya entregué el trabajo de la inteligencia emocional.
      Busqué mucha bibliografía de otros sitios, aunque hay cosas que solo las he visto aquí.
      Ya que tu hablas tanto de expresar las emociones, quería decirte que me he sentido mal y dolida porque no me contestaste cuando me podía servir. He estado todos los días entrando a ver si recibía respuesta pero nada.
      Además yo te admiro mucho.
      Lo único que te pedía es que me dieras una orientación de dónde habías sacado tanta información, no que me hicieras el trabajo.

      Un saludo

      PD: De todas formas me sigue interesando todo lo que publicas

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    2. Hola Paula.

      Este curso, por primera vez desde que empecé el blog, tuve que dejar el blog de lado durante unas cuantas semanas. Eso incluye, además de las publicaciones, las redes sociales, comentarios, emails, etc.

      Te aseguro que fue una decisión que me costó tomar, y aunque no tengo por qué justificarla (es un proyecto personal que realizo voluntariamente), tengo que decirte que durante esas semanas ni siquiera tuve el tiempo mínimo para dedicarle a mi familia. Fue realmente una época muy estrenaste para mí, por la falta de tiempo. Los fines de semana mi marido salía con los niños y yo me quedaba en casa estudiando y trabajando. Te aseguro que no asistía ni a comidas familiares. Puede parecer exagerado, pero es la realidad. Me levantaba, me ponía con el máster y me iba a dormir. Y entre semana, lo mismo, pero además trabajando.

      No te haces una idea de la cantidad de emails que recibo con consultas de todo tipo, especialmente de educación emocional y animación a la lectura: opositores, trabajos de fin de grado, familias... Intento contestar a todos ellos, eso sí, cuando dispongo del tiempo para hacerlo. Y, por descontado, puedo escribir unas líneas para orientar a alguien, pero me resulta realmente complicado hacerlo cuando recibo mensajes tipo: "Voy a presentarme a oposiciones y me gustaría que mi programación didáctica incluyera educación emocional. ¿Puedes ayudarme?". Te aseguro que la mayoría son así, y si no es algo más concreto, podría pasarme "la vida" contestando a este tipo de mensajes, así que lo dicho, respondo brevemente con alguna orientación general.

      Entenderás que si suspendo la actividad del blog, no puedo estar seleccionando a qué emails o comentarios respondo y a cuáles no. Lo dejé y punto. No podía estar pendiente del blog porque todo mi tiempo lo dediqué al final del máster, con lecturas de libros y realización de trabajos.

      Respeto que te hayas sentido mal y dolida por no haber obtenido respuesta cuando lo necesitabas, sin embargo te invitaría a reflexionar qué es exactamente lo que te ha hecho sentir mal: ¿es el hecho de que no te haya contestado o es lo que tu has supuesto del hecho de no haberte contestado? Si hubiera estado hospitalizada con una enfermedad grave, ¿también te hubiera molestado mi "no respuesta"? Si te ha molestado es porque imaginas que no he contestado porque no he querido, que me ha dado igual tu situación, o cualquier otra cosa que hayas imaginado. Pero lo cierto es que no sabías cuáles eran las circunstancias, si había leído tu comentario o no, o si había tenido oportunidad de contestarlo.

      Que conste que no te lo digo molesta ni mucho menos, sólo intento hacerte reflexionar porque te encontrarás con muchas situaciones similares en la vida.

      En cuanto a la bibliografía, aunque sea tarde para tu trabajo, siempre te puede servir si quieres mejorar y aprender. Curiosamente, la mayoría de esta información viene del famoso libro de Goleman "Inteligencia emocional", por lo que me resulta extraño que no hayas dado con él. También de "Inteligencia emocional y enseñanza de la música".

      Estoy poniéndome al día ahora con todos los emails y comentarios pendientes, porque te lo he dicho al principio, intento contestarlos todos. Y como ves, tampoco los censuro. Simplemente, respondo cuando puedo, como mejor puedo. A veces respondo el mismo día, en otros casos tardo semanas. En esta ocasión, ha sido cuando más he tardado. Cúmulo de circunstancias...

      En fin, sólo quería ofrecerte mi visión "desde el otro lado".

      Un abrazo.


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  3. Hola, quería primero que todo felicitarte por tu genial trabajo, valoro en verdad demasiado que te tomes el tiempo de trabajar las emociones con tus enanos y sobre todo compartir con nosotros los colegas educadores en cualquier rincón del mundo tus experiencias de aula, en verdad es enriquecedor. Te cuento que estoy aplicando el proyecto en Colombia y ha sido un experiencia genial. Me podrías dar una sugerencia desde tu experiencia para aplicarla con chicos de básica y media de bachillerato? Gracias

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